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26/10/2009

Disidencias


portada_100ppp.gifL'entretien que j'ai eu avec José Luis González Ribera a été publié par la revue DisidenciaS qui consacre le dossier de sa huitième livraison à la question de l'essence idéologique de la crise économique.

Je mets en ligne la présentation faite par José Luis González Ribera ainsi que l'ensemble de notre entretien (qui, dans cette belle revue qu'est Disidencias, se voit accompagné de mon article sur La route de Cormac McCarthy traduit en espagnol par Carmen Muñoz Hurtado; cf. lien ci-dessous).

Juan Asensio (Lyon, 1971) es, sin duda alguna, uno de los mejores críticos literarios franceses. Es más, Juan Asensio no es sólo un crítico literario, sino que tiene mucho del profeta, del místico, del eterno imprecador. Política -más bien, metafísicamente, porque ahí yace el nivel de desconformidad, y también lo que verdaderamente le importa a Asensio- incorrecto, no aparece en las primeras planas de la cultura oficial y oficiosa francesa, de ese escaparate que en todos los países lo es casi siempre de falsarios, traidores, plagarios, y escritores que hace tiempo que vendieron su alma, Juan Asensio es un eterno buscador, en busca de la Verdad, en mayúsculas, del silencio, de la palabra justa. Siendo su último texto Maudit sois Andreas Werckmeister !, un ejercicio metaliterario, mitad ensayo mitad ficción que ha despertado las ampollas de más de un lector, Asensio ha escrito sobre autores de la talla y la personalidad de León Bloy, Joseph Conrad, Georges Bernanos, Pierre Boutang o José Bergamín, por no mencionar más que unos pocos en una larga lista de nombres que coinciden en la condena y el análisis de la necia sociedad contemporánea y en una larga e inagotable búsqueda de la sabiduría. Juan Asensio habla en sus textos del cadáver de la literatura francesa. Ese es, según él, y yo me sumo a su opinión, el estado, no sólo de la literatura francesa, sino de la literatura en general. Para mí, la lectura de Juan Asensio supuso una verdadera revelación intelectual.


1) ¿Cómo fue su inicio como lector? ¿Cuál fue el primer libro que pesó sobre su biografía intelectual? ¿Recuerda usted cómo se sintió por dentro cuando leyó ese primer libro? ¿Qué lecturas hacía usted a los 15 años, a los 20, a los 30?

Sobre todo, yo he comenzado, muy joven, mi aprendizaje de la lectura por autores que tienen todavía una mala reputación, al menos en Francia : Asimov, Clarke, Dick, Herbert, Silverberg, Le Guin, Delany, Smith y algunos otros, como el maravilloso Tolkien. Continuo leyéndolos si bien, ciertamente, con una atención que no es la que les otorgaba hace algunos años.
No sé cuál fue el libro, ni siquiera si existe, que pudiera ser considerado como el límite que indique el comienzo de mi biografía intelectual, que constituya por lo menos un choque. Algunos, en todo caso, me han marcado de una forma duradera, como Macbeth, Monsieur Ouine, El corazón de las tinieblas, La plage de Scheveningen, o también ¡Absalón, Absalón ! , un pequeño número de novelas esenciales que yo releo todas las veces que puedo. No puedo, no obstante, olvidar el choque que fue para mí el descubrimiento de Léon Bloy, del que devoré muy pronto toda su obra, incluyendo su correspondencia. La violencia escatológica de Bloy me ha permitido así releer a Bernanos, Barbey d’Aurevilly, e incluso a un escritor sobrevalorado, Marc-Edouard Nabe que, en Francia, de modo con seguridad equivocado, está considerado como el digno heredero del Mendigo ingrato. Bloy me ha hecho ver con una mayor profundidad cierto número de autores inspirados en él, incluyendo a Kafka, que veía en él una suerte de profeta aullador en un mundo que ignoraba a Dios.
Puede que le sorprenda respondiéndole que yo realizaba, cuando era adolescente, las mismas lecturas sobre las que ahora vuelvo, cuando me aproximo dulcemente a la cuarentena. Después de todo, no hay una edad para leer a Heidegger, Kierkegaard, Scholem o Céline, por poner unos nombres, entre muchos otros, que gusté cuando era un joven adolescente y que siguen haciendo mis delicias. Siempre hace falta, se sea joven o anciano, que la lectura sea un choque causado por el pavor que despiertan la belleza, la inteligencia, o incluso el genio, como debería ser, por otro lado, todo encuentro con el arte.
En contrapartida, ya no leo, de ningún modo, muchos autores, devorados cuando era joven (llegando incluso, por falta de dinero, a robar sus obras) y que he abandonado felizmente desde que descubrí escritores del tamaño de Georges Bernanos, heredero directo de Péguy, de Bloy y de Barbey d’Aurevilly : los autores dejados de lado y, después, definitivamente abandonados de los que hablo son Blanchot, Bataille, Artaud, Aragon, Sartre, Eluard, Derrida y algunos otros de los cuales he olvidado el nombre y las obras. Habrá reconocido en ellos algunos de los faros intelectuales de los bienpensantes franceses, de los cuales es costumbre hablar muy bien no sólo en las Universidades sino también en las salas de redacción.

2) Usted habla en sus textos del cadáver de la literatura, de su perversión, de su agotamiento. Imagine tres figuras que, si pueden -deberían- darse juntas, también pueden darse por separado, la del escritor, la del lector, la del crítico, ¿qué camino aconsejaría usted seguir a quienes se iniciasen en ellas, buscando un gramo de verdad? ¿Desde la distancia, qué libro recomendaría como primera cala en esa inacabable senda?

Esa es una pregunta difícil, no puedo más que responderle socráticamente, y por tanto irónicamente, acordándome de la lección, tan preciosa como difícil, de Sören Kierkegaard. Todo camino para intentar alcanzar la verdad, que, además, venga de la estrecha vía del arte, es un asunto intrínsecamente personal. Las dimensiones de lector, de autor y de crítico que usted evoca son, evidentemente, inseparables en lo que me concierne, ya que todo critico, e incluso todo escritor digno de ese nombre, son, en primer lugar, grandes lectores. Todos los libros, incluidos los peores, pueden servir cuando se trata de ponerse en marcha, ya que «no hay caminos, hay que caminar !» (responde Juan Asensio en español. Se refiere a un homenaje de Luigi Nono creado en 1987 para Tarkovski).
Puedo señalarle, de todos modos, dos novelas espléndidas y monstruosas (uso este adjetivo con el sentido que le dió José Bergamín) que me han marcado, muy recientemente, de un modo profundo. Una, verdaderamente religiosa en su muy puro despojamiento icónico, de Cormac McCarthy, La carretera, y la otra es la diabólica, crepuscular, sobreescrita* como el gran Borges lo pretendía de sus cuentos, de Roberto Bolaño, 2666. La obra de Cristina Campo, descubierta demasiado recientemente, ha sido, también, una muy hermosa revelación, así como las extrañas novelas de Laszlo Krasznahorkaï, quien ha escrito los escenarios de las grandes películas de Béla Tarr.

3) Usted, con una edad todavía relativamente corta, está dejando tras de sí una importante obra como crítico de la literatura. ¿Qué circustancias, interiores o exteriores, le llevaron a escribir? ¿Cuál fue el contexto en el que surgió su primera crítica?

Antes de escribir, yo he leído mucho, tan lejos como mis recuerdos me permiten créer. Hice mis primeras armas sin mucha originalidad, escribiendo redacciones en el colegio, comentarios de texto ensayísticos en khâgne e hypokhâgne, ocupándome de revistas en la Universidad, proponiendo artículos, tanto universitarios como textos más accesibles.
Otro aspecto de mi trabajo es áquel, para mí importante, que la creación de mi blog, Stalker, me ha permitido desarrollar : por ser perfectamente claro con usted, puedo decirle que, en mi país, la verdadera crítica literaria (entusiasta, asesina, parcial veáse política tal y como Baudelaire recomendaba practicarla) me parece estar refugiada en Internet. Lea, para convencerse de que no le gasto una broma de mal gusto, algunos ejemplos de críticas literarias aparecidas dentro de los grandes periódicos franceses, como Le Monde, Le Figaro, o Libération, y constará usted como, desgraciadamente, no exagero en absoluto.

4) La literatura, el pensamiento, español, es un caso raro en Europa. A lo largo del siglo XX se ha ido construyendo una tradición intelectual digna. En filosofía, partiendo de Ortega y Gasset y Unamuno, hasta Trías o Argullol, pasando por gente como Eugenio D'Ors, Zambrano o Bergamín. En literatura, hay una línea que parte de Pérez Galdós, Clarín o Pardo Bazán, concluyendo en Vila-Matas, Chirbes o Mayorga. Sin embargo, actualmente rige en España una cierta corrección intelectual por la que determinados autores, independientemente de su labor, no son valorados, por circunstancias políticas, no siempre justas o ciertas. No sólo autores españoles, sino que la traducción de textos de autores como Del Noce o Cristina del Campo es, en nuestro país, exigua. Por otra parte, aunque nuestra literatura, nuestro pensamiento, es, quizás, más conocido en Europa que hace 30 años, todavía no parece tener un eco suficiente. ¿Qué opina usted de la evolución de la cultura española? ¿Cómo ve su futuro?

No tengo opinión porque, desgraciadamente, la conozco muy mal. Lo que usted me comenta no me sorprende en absoluto ya que, en Francia, tenemos exactamente los mismos problemas. Del Noce, la admirable Cristina Campo, y muchos otros (Praz, Gentile, y qué decir de algunos autores católicos como Claudel o incluso Péguy, sin embargo franceses, ¡no existiendo, por tanto, me parece, los problemas de traducción que podrían servir de excusa a nuestros prudentes para prohibirnos leer a esos grandes autores !) son considerados espíritus reaccionarios, perfectamente infrecuentables y, en consecuencia, ipso facto ausentes de las pésimas librerías que buscan, en primer lugar, vender su mercancía.

5) Por último, háblenos de sus libros de cabecera, de los libros a los que ahora mismo esté dando vueltas, de sus maestros.

Ya le he respondido en parte. Jamás he cesado de leer a estos autores : Shakespeare, Conrad (acabo de releer el admirable Nostromo), Faulkner (muy recientemente he releído Parabole (el título francés de Una fábula), Broch, Barbey, Rimbaud, Baudelaire, Bloy, Hello, Bernanos, Peguy, Melville, Dante, Kraus, Trakl, Canetti, Celan, Kierkegaard y otros nombres mucho menos conocidos, me temo, del público español como Jean Védrines y Guy Dupré.

* Responde Juan Asensio en español.